El
Talismán Plateado (I)
Las fiestas de Ibur habían quedado
atrás, las calles de la ciudad estaban “rebosantes” de todo tipo de basuras y
objetos perdidos o deteriorados, entre dichos objetos, revuelta entre una masa
viscosa de cava, coca y chocolate aún caliente, se encontraba una media luna de
plata, pisoteada y ensuciada a lo largo de una noche de algarabía y felicidad
desbordante.
Era la última noche de las fiestas, y
claro, la gente, los más de cuarenta mil habitantes de la población, más un
número indeterminado de forasteros de las localidades vecinas, se habían
lanzado a las calles a la busca y captura de la felicidad y la alegría del
momento.
A la felicidad y a la alegría de
vivir no se llega por medios naturales; eso era en la tonta inocencia de la
niñez, ahora en plena pos-adolescencia, esto se consigue con unas buenas dosis
de alcohol y con la compañía y los compases salseros adecuados.
La brigada de limpieza ya estaba en
marcha, los primeros desperdicios empezaban a ser retirados.
Aún quedaban en las calles grupos de
personas charlando o mirando los “culos” de las botellas, por si hubiera todavía
una gotita mágica que llevarse a la garganta.
Solos, con sus bolsas o petates a cuestas, van llegando a la estación de tren
todos los chicos de la población que se encuentran en la “mili”, y que gracias
al “buen oficial de guardia” han podido estar un año más en las fiestas
mayores; la mayoría van cansados y con sueño atrasado de un par de días, en sus
mentes el último “polvete” con la novia, o aquel que podían haber “echado” a
aquella amiga que se muere por sus huesos; que , claro, no permitirán hasta que
su “contrato” con la patria termine y las cosas puedan ir bien “encauzadas”.
Para “polvos de una noche de verano” hay otras a las que no se les dan
explicaciones, y lo mejor, no las piden.
Los escobones de los barrenderos
municipales tropezaron con la media luna, ellos; largos, peludos y ciegos, la
barrieron sin piedad…
El
talismán plateado (II)
…A
uno de los obreros de la limpieza se le escapó el carrito de la basura, el
veloz contenedor iba sin rumbo cuesta abajo y el desesperado operario detrás de
él; pero el infeliz no corría en pos del “bólido” si no del bocata de calamares
que le había preparado su madre y que descansaba en el soporte inferior del
carrito, donde esperaba los mordiscos impacientes del infortunado “técnico de
la limpieza”.
Por
fin el carro tropezó con un bordillo, pero con la mala suerte que todo el
contenido del mismo, incluido el bocadillo, salió volando y se esparció
estruendosamente por la acera.
La
media luna que fue barrida y depositada en el infortunado carrito, no corrió
mejor suerte y se coló por una alcantarilla y allí se quedo esperando a ser
“rescatada”, lo que no ocurriría hasta que al ayuntamiento se le ocurriera
limpiar los desagües o en último extremo, la siempre deseada lluvia hiciera su
aparición y la transportara a lugares más salubres.
Toni,
el dueño de la media luna, la echó de menos al día siguiente de su
desaparición. No se acordaba del lugar donde se le pudo caer, pues se movió por
todo el pueblo y acompañado de una botella de espumoso que nunca se vaciaba,
pues la renovaba cada vez que llegaba a
un puesto de venta, que en época de Fiestas Mayores solían ser muy numerosos.
Le
dolió perderla, no por el valor material que era nulo, si no porque
representaba la unión de un grupo de amigos que compartían este símbolo y que
se convirtió en su talismán, “La
Media Luna Plateada”.
La
costumbre entre este grupo de amigos era que esta Media Luna fuera regalada a
cada uno de los miembros por una rubia de ojos verdes, la cosa no era demasiado
difícil, teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos, era el miembro del
club el que pagaba el Talismán y dedicaba un tiempo a buscar una chica con las
características exigidas, para que le colocara el símbolo delante del resto de
los “caballeros de la Media
Luna”…
El talismán plateado (III)
…Pero
para Toni significaba algo más, pues la chica que se la regaló lo hizo con su
propio dinero, y por si fuera poco, en aquella época, pronto haría un año, ella
era su chica.
No
duró mucho la preocupación de Toni por la “media luna”. Aunque alguno de los
“caballeros” preguntó por ella, él dijo que la tenía en casa, que ya la sacaría
a “pasear” otro día.
En
su pensamiento estaba el comprarse otra, pero diferente, una que no le
recordase a su antigua novia, ya que la pérdida del talismán significaba la
ruptura simbólica de los recuerdos de amores pasados y que ya no representaban
absolutamente nada para él.
Los
días pasaban, y ni el ayuntamiento ni las nubes de lluvia se acordaban de la
plateada inquilina de la alcantarilla.
Cierto
día, un niño de unos 9 años de edad, hurgaba sin descanso y con cierto
desespero en la alcantarilla.
El
motivo de la desesperación del infante, era la caída en el desagüe del dinero
que su madre le había entregado para ir a comprar el pan del día.
La
cantidad de dinero no era muy alta, claro que para el niño representaba un
pequeño fracaso, habría fallado a su madre si no recuperaba el dinero. Por eso
hurgaba sin parar entre las rendijas. Por fin logró atrapar algo y lo subió
para cogerlo.
Lo
sostuvo con sus pequeñas manos y lo limpió con sumo cuidado. Al ver que se
trataba de un objeto y que este era una media luna, se convirtió al instante en
algo más, se dibujo en su preocupada cara una sonrisa, de repente tenía entre
las manos un hallazgo maravilloso, algo casi mágico que adquirió un valor
simbólico que aceleró la imaginación del pequeño.
El
objeto encontrado ocupó en su mente, casi por milagro, el lugar del dinero
perdido y nuestro “gran descubridor” se olvidó por completo de él y del recado
que su madre le encargó…
El
talismán plateado (IV)
…Al
llegar a casa, el pequeño entregó la bolsa de pan vacía y subió rápidamente a
su habitación, quería observar tranquilamente su gran “tesoro”.
La
madre, la Sra. María,
no se extrañó del despiste de su “retoño”, era un niño que se entretenía con
cualquier cosa y era fácil que se olvidará de los “mandados” que le encargaban.
No se lo tuvo en cuenta y ella misma salió a buscar el preciado alimento.
Mijaíl,
nombre de nuestro púber protagonista, miró cuanto quiso el objeto encontrado, y
pensó decenas de formas de sacarle partido. Decidió que nadie sabría que se
encontraba en posesión del “talismán”, y que todo el “poder” que emanara, lo
dedicaría al bienestar propio, al de su familia y a sus amigos, que asistirían
perplejos a las maravillas realizadas por Mijaíl y la “media luna”.
Pasó
el tiempo y Mijaíl creció, todo lo bueno que le pasó en los años transcurridos,
lo atribuyó a la acción mágica del brillante objeto. Bien es verdad que no lo
transportó a otros mundos, y que las supuestas acciones del objeto se limitaron
a traerle buena suerte en todo lo que emprendía: estudios, amores, deportes y
trabajo.
Toni,
el antiguo propietario del “talismán”, tenía 27 años, estaba casado
recientemente y su vida siguió más o menos por unos cauces “normales” en todos
los sentidos.
Acabó
sus estudios, trabajó en algo que no tenía nada que ver con sus esfuerzos
académicos, como casi todo el mundo, y su reciente matrimonio transcurría sin
sobresaltos.
Se
casó por dinero, con una antigua amiga de la infancia que procedía de una rica
familia, era la heredera de un imperio vitivinícola y además era preciosa. Las
cosas no podían ir mejor, aunque un poco de amor sería la guinda que le faltaba
al pastel, que se endulzaba en el lecho conyugal, pues el sexo era fluido,
abundante y divertido…
El
talismán plateado (V)
…Mijaíl
estaba en puertas del “servicio militar”, y como todos los chicos de su edad,
se dirigió un domingo de noviembre a la caja de reclutas a ver donde la “diosa
fortuna” había decidido enviarlo a “cumplir con la patria”. Con sorpresa y
alegría pudo comprobar que mientras a la mayoría de compañeros les “tocó” lejos
de sus hogares, a él ni siquiera le “tocó” cerca, sencillamente no le tocó, se
libró por “excedente de cupo”. Una vez más, su querido amuleto respondió a la
perfección.
Con
la “blanca”, o cartilla militar en la mano, le fue fácil encontrar un buen
empleo; entró como “encargado” en una conocida fábrica de “espumosos” de la
población. Los dueños eran Rinnata Sira y Toni Gorabarte, el antiguo “caballero
de la media luna” y primer propietario del “Talismán-amuleto” de nuestro
amigo.
En
la penumbra de la bodega, entre un fuerte olor a uva fermentada, Mijaíl iba
haciendo una gran carrera dentro de la empresa: inventó varios métodos de
embotellado rápido, consiguió que el cava no se echase a perder pasado un
tiempo después de descorchada la botella y algún que otro sistema más barato y
rápido de etiquetado. Hizo subir a la empresa en el mercado, nunca mejor dicho,
como la espuma; Rinnata y Toni estaban maravillados de que la empresa pasara de
comercializar sus productos a nivel comarcal a ser una de las mayores
exportadoras de la región en tan poco tiempo.
Se invirtió
mucho dinero y se hizo más de una hipoteca sobre las fincas, pero el “ojo”
comercial de Mijaíl, su ingenio y la “extraña” fuerza que lo apoyaba,
consiguieron que todo marchase a la perfección, y que la aceptación del
magnífico producto que elaboraban fuera en aumento.
El
joven Mijaíl, seguía rindiendo culto a la preciada “joya” que poseía y que
ahora guardaba con más celo que nunca.
Cada
noche, antes de ir a acostarse, miraba como hipnotizado a la “media luna de
plata”, la frotaba con la intención de
que parte del “polvillo mágico” que desprendía, le ayudase en la jornada
siguiente…
El
talismán plateado (VI)
…Toni
y Rinnata se hicieron cada vez más ricos y a medida que su fortuna iba en
aumento, la amistad por Mijaíl crecía y crecía, de tal modo que se le
consideraba parte de la familia Gorabarte Sira.
La
tarde estaba tocando a su fin y la terraza de la mansión más grande de la
región, se estaba tintando en gris por la “huida” del dorado sol mediterráneo.
Mijaíl iba a marcharse, cuando de repente, surgió de entre los cipreses una
figura sumamente agradable y bien proporcionada, con unos andares graciosos y
una sonrisa dibujada en su bello rostro que hacían adivinar la alegre y vivaz
vida interior del pequeño “cascabel” que era Lagenta, hermana menor de Rinnata.
En
el Pub más elegante de la población, Mijaíl y Lagenta bebían champagne en copas
de cristal; celebraban el haberse conocido. Mijaíl preguntó a Lagenta porqué no
se habían conocido antes y esta le explicó con todo lujo de detalles su
estancia en la universidad de la capital y lo mucho que añoró su antigua vida
en Ibur.
Mientras
el amor de Mijaíl y Lagenta iba creciendo, las relaciones de la empresa de
espumosos con la gran patronal no atravesaban su mejor momento. Esto era debido
a la competencia total de los productos Gorabarte y Sira con respecto a los
otros comerciantes del sector. “La guerra del cava” estaba a punto de estallar,
y lo hubiera hecho si no llegar a ser por la mediación de Lagenta.
Se
propuso la colaboración de todas las empresas del sector para introducir mejor
y a más bajos costes, los productos de la región en el extranjero, se hicieron multitud
de pactos y acuerdos cooperativos. Las empresas más fuertes ayudaban a las más débiles y se pasó del odio a la
colaboración más absoluta y fructífera que jamás se vio dentro del “imperio de
la uva”. Se consiguió borrar casi definitivamente la competencia extranjera y
el nivel de toda la región subió en un par de años como por arte de magia.
Mijaíl
pensó ahora que su “talismán” nada había tenido que ver en el buen rumbo que
seguía su vida y que su buena suerte y la de toda la comarca se debía a su compañera,
Lagenta, un ser de carne y hueso, que nada tenía que ver con la frialdad de su
media luna plateada que hasta el momento, fue la guía de su destino.
Decidió
que a partir de entonces sólo Lagenta sería su “amuleto”, y que su mundo mágico
sería un mundo real lleno de vivencias terrenales.
La
“media luna” quedó depositada donde hacia 15 años la encontró, y cuando se
alejaba del lugar, pensó mucho en su vida anterior y en que, sólo a lo mejor,
ella fue la que le ayudó en todo lo alcanzado; sintió un sudor frio que le
subía por la espalda y con casi desesperación, volvió sobre sus pasos y la
intentó recuperar…
El
talismán plateado (VII y fin)
…Mijaíl
hurgaba en la alcantarilla. La escena era un “deja vu” y su acción lo estaba
transportando a su lejana infancia; recordaba su desesperación cuando un día su
madre lo envió a buscar pan y el dinero del mismo se perdió en las entrañas de
la ciudad. Sonrió para si mismo y siguió hurgando.
Toni
tropezó con su futuro cuñado, se extrañó mucho al ver al hombre que había hecho
prosperar a toda la región estuviera estirado sobre el frio suelo y buscando
desesperadamente algo como si de un pobre vagabundo se tratara.
-¡Mijaíl!
¿Se puede saber que estas haciendo?
-¡Hola
jefe! ¿Cómo estas?
-Yo
estoy bien, pero me da la impresión que tu no puedes decir lo mismo.
-No
pienses cosas raras, solamente estoy intentando recuperar un objeto que me
pertenece.
-Muy
importante debe ser para que te “arrastres” de esa manera por el suelo, de
todas maneras, si tanto valor tiene, te ayudaré a buscarlo.
-No
esperaba menos de ti; ayúdame a levantar la tapa.
-¡Uff,
como pesa la condenada tapa! Ya podías decirme de que se trata antes de que mi
espalda se haga añicos.
-Paciencia,
cuando lo saquemos te contaré una interesante historia que te va a gustar.
Por
fin sacaron el objeto a la superficie, y Mijaíl lo tomó y lo limpio con sumo
cuidado lo mejor que pudo. Una vez limpio lo mostró a Toni, este no sabía que
decir y su cara se lleno de asombro y perplejidad, aunque no abrió la boca,
dejó que Mijaíl explicara su historia.
Una
vez que Mijaíl acabó el relato de la historia de aquel objeto y de su vinculación con él, Toni no pudo ya
disimular su sorpresa y le contó que el primer propietario de la pieza que
tenia entre sus manos Mijaíl, no era otro que él mismo.
Se
hecho a reír como un poseso, y de un plumazo desapareció la magia del momento,
le dijo que de toda la historia que le había contado Mijaíl, lo único
verdaderamente increíble fue que después de tantos años la media luna volviese
a ser recuperada y volviese a sus manos de donde nunca debía haberse
“escapado”. También le explicó el auténtico significado de dicho “amuleto”: la
unión de un grupo de amigos, su símbolo de amistad, la amistad de los
“caballeros de la media luna” y que todos excepto él la seguían conservando y
que no a todos les había ido bien en la vida.
Mijaíl
quedó un poco triste y decepcionado, pero al poco tiempo reaccionó y su
habitual sonrisa volvió a su rostro.
Llegó
a la conclusión de que su vida la había labrado él y su suerte, que nada
extraterrenal le había ayudado y por consiguiente su mérito en la vida se
multiplicaba por cien. También pensó que su “amor idolatra” por el objeto no
fue negativo, pues el hombre por inteligente que fuera, siempre necesitaba de
algo o alguien para poder apoyarse y seguir en la brecha sin desfallecer y
ahora para Mijaíl ese algo había pasado a ser alguien; Lagenta, su nuevo
símbolo y amuleto, es decir, su apoyo humano.
Toni
y Mijaíl se miraron con complicidad, al poco rato, la media luna reposaba de
nuevo en el fondo de la alcantarilla y dos hombres reales, de carne y hueso se
aprestaron a seguir su vida pisando en el suelo y por ellos mismos, sin objetos
ni creencias de que la solución a todo viene de más allá de la tierra por donde
pisaban; la solución a todo está en el propio ser humano y en su capacidad , es
decir, nosotros somos nuestros propios dioses, que necesitamos apoyarnos en
otros para andar por la vida pero al fin y al cabo están aquí en el mundo que todos compartimos.
Fin