martes, 21 de agosto de 2012

La Queimada(cóctel ibérico de la España celta)...

La Queimada



La Queimada es otro de nuestros “cócteles ibéricos” más conocidos; se trata de un “elixir” a base de aguardiente de orujo como elemento principal, al que se le añade azúcar, corteza de limón y “fuego purificador”.
Aunque esta es la “fórmula” más purista, hay otras que enriquecen o empobrecen el producto final resultante, todo dependerá de los distintos paladares que lo degusten; granos de café, trozos de fruta carnosa (manzana, uvas o pera), ralladura de piel de naranja, etc…
La fórmula que os propongo a continuación no es ni la mejor ni la peor es la que a mi más me gusta: 150 gramos de azúcar moreno por cada litro de aguardiente, corteza de limón y ralladura de piel de naranja.


Preparación para 10 personas:
Se coge un recipiente de barro cocido de unos 5 litros de capacidad, vale una “paella”, aunque el recipiente tradicional para la queimada seria lo más adecuado, se vierte el aguardiente de orujo(4litros), el azúcar(600 gramos), la piel del limón entera y se agita.
A continuación se coge una parte del líquido con un cucharón y se le prende fuego a los bordes, una vez este ardiendo, se introduce el cucharón lentamente en el recipiente de barro, dejando que las llamas se extiendan por toda la superficie con un característico color azulado que hace mágico el momento, se remueve lentamente y se sube y baja el cucharón para ayudar a quemar el alcohol.


Cuando las llamas alcancen su zenit, de saca el cucharon vacío y se llena con azúcar, se pone sobre las llamas hasta que se derrita el dulce elemento que verteremos en el líquido y dejaremos que se apague por si sólo.
Justo cuando queden las últimas llamas se vierte la ralladura de naranja y se recita el conjuro: Mouchos, coruxas, sapos e bruixas…
Se llenan los vasos con el “néctar” aún caliente pero ya sin llamas y a disfrutar y espantar o atraer, que para todo hay gusto y placer, a las meigas…



                                                            JuanMa Gómez Bolívar

sábado, 18 de agosto de 2012

El Talismán Plateado (cuento completo)


El Talismán Plateado (I)



Las fiestas de Ibur habían quedado atrás, las calles de la ciudad estaban “rebosantes” de todo tipo de basuras y objetos perdidos o deteriorados, entre dichos objetos, revuelta entre una masa viscosa de cava, coca y chocolate aún caliente, se encontraba una media luna de plata, pisoteada y ensuciada a lo largo de una noche de algarabía y felicidad desbordante.
Era la última noche de las fiestas, y claro, la gente, los más de cuarenta mil habitantes de la población, más un número indeterminado de forasteros de las localidades vecinas, se habían lanzado a las calles a la busca y captura de la felicidad y la alegría del momento.
A la felicidad y a la alegría de vivir no se llega por medios naturales; eso era en la tonta inocencia de la niñez, ahora en plena pos-adolescencia, esto se consigue con unas buenas dosis de alcohol y con la compañía y los compases salseros adecuados.
La brigada de limpieza ya estaba en marcha, los primeros desperdicios empezaban a ser retirados.
Aún quedaban en las calles grupos de personas charlando o mirando los “culos” de las botellas, por si hubiera todavía una gotita mágica que llevarse a la garganta.
Solos, con sus bolsas o petates  a cuestas, van llegando a la estación de tren todos los chicos de la población que se encuentran en la “mili”, y que gracias al “buen oficial de guardia” han podido estar un año más en las fiestas mayores; la mayoría van cansados y con sueño atrasado de un par de días, en sus mentes el último “polvete” con la novia, o aquel que podían haber “echado” a aquella amiga que se muere por sus huesos; que , claro, no permitirán hasta que su “contrato” con la patria termine y las cosas puedan ir bien “encauzadas”. Para “polvos de una noche de verano” hay otras a las que no se les dan explicaciones, y lo mejor, no las piden.
Los escobones de los barrenderos municipales tropezaron con la media luna, ellos; largos, peludos y ciegos, la barrieron sin piedad…




El talismán plateado (II)

…A uno de los obreros de la limpieza se le escapó el carrito de la basura, el veloz contenedor iba sin rumbo cuesta abajo y el desesperado operario detrás de él; pero el infeliz no corría en pos del “bólido” si no del bocata de calamares que le había preparado su madre y que descansaba en el soporte inferior del carrito, donde esperaba los mordiscos impacientes del infortunado “técnico de la limpieza”.
Por fin el carro tropezó con un bordillo, pero con la mala suerte que todo el contenido del mismo, incluido el bocadillo, salió volando y se esparció estruendosamente por la acera.
La media luna que fue barrida y depositada en el infortunado carrito, no corrió mejor suerte y se coló por una alcantarilla y allí se quedo esperando a ser “rescatada”, lo que no ocurriría hasta que al ayuntamiento se le ocurriera limpiar los desagües o en último extremo, la siempre deseada lluvia hiciera su aparición y la transportara a lugares más salubres.
Toni, el dueño de la media luna, la echó de menos al día siguiente de su desaparición. No se acordaba del lugar donde se le pudo caer, pues se movió por todo el pueblo y acompañado de una botella de espumoso que nunca se vaciaba, pues la renovaba cada vez  que llegaba a un puesto de venta, que en época de Fiestas Mayores solían ser muy numerosos.
Le dolió perderla, no por el valor material que era nulo, si no porque representaba la unión de un grupo de amigos que compartían este símbolo y que se convirtió en su talismán, “La Media Luna Plateada”.
La costumbre entre este grupo de amigos era que esta Media Luna fuera regalada a cada uno de los miembros por una rubia de ojos verdes, la cosa no era demasiado difícil, teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos, era el miembro del club el que pagaba el Talismán y dedicaba un tiempo a buscar una chica con las características exigidas, para que le colocara el símbolo delante del resto de los “caballeros de la Media Luna”…



        El talismán plateado (III)

…Pero para Toni significaba algo más, pues la chica que se la regaló lo hizo con su propio dinero, y por si fuera poco, en aquella época, pronto haría un año, ella era su chica.
No duró mucho la preocupación de Toni por la “media luna”. Aunque alguno de los “caballeros” preguntó por ella, él dijo que la tenía en casa, que ya la sacaría a “pasear” otro día.
En su pensamiento estaba el comprarse otra, pero diferente, una que no le recordase a su antigua novia, ya que la pérdida del talismán significaba la ruptura simbólica de los recuerdos de amores pasados y que ya no representaban absolutamente nada para él.
Los días pasaban, y ni el ayuntamiento ni las nubes de lluvia se acordaban de la plateada inquilina de la alcantarilla.
Cierto día, un niño de unos 9 años de edad, hurgaba sin descanso y con cierto desespero en la alcantarilla.
El motivo de la desesperación del infante, era la caída en el desagüe del dinero que su madre le había entregado para ir a comprar el pan del día.
La cantidad de dinero no era muy alta, claro que para el niño representaba un pequeño fracaso, habría fallado a su madre si no recuperaba el dinero. Por eso hurgaba sin parar entre las rendijas. Por fin logró atrapar algo y lo subió para cogerlo.
Lo sostuvo con sus pequeñas manos y lo limpió con sumo cuidado. Al ver que se trataba de un objeto y que este era una media luna, se convirtió al instante en algo más, se dibujo en su preocupada cara una sonrisa, de repente tenía entre las manos un hallazgo maravilloso, algo casi mágico que adquirió un valor simbólico que aceleró la imaginación del pequeño.
El objeto encontrado ocupó en su mente, casi por milagro, el lugar del dinero perdido y nuestro “gran descubridor” se olvidó por completo de él y del recado que su madre le encargó…



El talismán plateado (IV)

…Al llegar a casa, el pequeño entregó la bolsa de pan vacía y subió rápidamente a su habitación, quería observar tranquilamente su gran “tesoro”.
La madre, la Sra. María, no se extrañó del despiste de su “retoño”, era un niño que se entretenía con cualquier cosa y era fácil que se olvidará de los “mandados” que le encargaban. No se lo tuvo en cuenta y ella misma salió a buscar el preciado alimento.
Mijaíl, nombre de nuestro púber protagonista, miró cuanto quiso el objeto encontrado, y pensó decenas de formas de sacarle partido. Decidió que nadie sabría que se encontraba en posesión del “talismán”, y que todo el “poder” que emanara, lo dedicaría al bienestar propio, al de su familia y a sus amigos, que asistirían perplejos a las maravillas realizadas por Mijaíl y la “media luna”.
Pasó el tiempo y Mijaíl creció, todo lo bueno que le pasó en los años transcurridos, lo atribuyó a la acción mágica del brillante objeto. Bien es verdad que no lo transportó a otros mundos, y que las supuestas acciones del objeto se limitaron a traerle buena suerte en todo lo que emprendía: estudios, amores, deportes y trabajo.
Toni, el antiguo propietario del “talismán”, tenía 27 años, estaba casado recientemente y su vida siguió más o menos por unos cauces “normales” en todos los sentidos.
Acabó sus estudios, trabajó en algo que no tenía nada que ver con sus esfuerzos académicos, como casi todo el mundo, y su reciente matrimonio transcurría sin sobresaltos.
Se casó por dinero, con una antigua amiga de la infancia que procedía de una rica familia, era la heredera de un imperio vitivinícola y además era preciosa. Las cosas no podían ir mejor, aunque un poco de amor sería la guinda que le faltaba al pastel, que se endulzaba en el lecho conyugal, pues el sexo era fluido, abundante y divertido…



El talismán plateado (V)

…Mijaíl estaba en puertas del “servicio militar”, y como todos los chicos de su edad, se dirigió un domingo de noviembre a la caja de reclutas a ver donde la “diosa fortuna” había decidido enviarlo a “cumplir con la patria”. Con sorpresa y alegría pudo comprobar que mientras a la mayoría de compañeros les “tocó” lejos de sus hogares, a él ni siquiera le “tocó” cerca, sencillamente no le tocó, se libró por “excedente de cupo”. Una vez más, su querido amuleto respondió a la perfección.
Con la “blanca”, o cartilla militar en la mano, le fue fácil encontrar un buen empleo; entró como “encargado” en una conocida fábrica de “espumosos” de la población. Los dueños eran Rinnata Sira y Toni Gorabarte, el antiguo “caballero de la media luna” y primer propietario del “Talismán-amuleto” de nuestro amigo. 
En la penumbra de la bodega, entre un fuerte olor a uva fermentada, Mijaíl iba haciendo una gran carrera dentro de la empresa: inventó varios métodos de embotellado rápido, consiguió que el cava no se echase a perder pasado un tiempo después de descorchada la botella y algún que otro sistema más barato y rápido de etiquetado. Hizo subir a la empresa en el mercado, nunca mejor dicho, como la espuma; Rinnata y Toni estaban maravillados de que la empresa pasara de comercializar sus productos a nivel comarcal a ser una de las mayores exportadoras de la región en tan poco tiempo.
Se invirtió mucho dinero y se hizo más de una hipoteca sobre las fincas, pero el “ojo” comercial de Mijaíl, su ingenio y la “extraña” fuerza que lo apoyaba, consiguieron que todo marchase a la perfección, y que la aceptación del magnífico producto que elaboraban fuera en aumento.
El joven Mijaíl, seguía rindiendo culto a la preciada “joya” que poseía y que ahora guardaba con más celo que nunca.
Cada noche, antes de ir a acostarse, miraba como hipnotizado a la “media luna de plata”,  la frotaba con la intención de que parte del “polvillo mágico” que desprendía, le ayudase en la jornada siguiente…


                              
El talismán plateado (VI)

…Toni y Rinnata se hicieron cada vez más ricos y a medida que su fortuna iba en aumento, la amistad por Mijaíl crecía y crecía, de tal modo que se le consideraba parte de la familia Gorabarte Sira.
La tarde estaba tocando a su fin y la terraza de la mansión más grande de la región, se estaba tintando en gris por la “huida” del dorado sol mediterráneo. Mijaíl iba a marcharse, cuando de repente, surgió de entre los cipreses una figura sumamente agradable y bien proporcionada, con unos andares graciosos y una sonrisa dibujada en su bello rostro que hacían adivinar la alegre y vivaz vida interior del pequeño “cascabel” que era Lagenta, hermana menor de Rinnata.
En el Pub más elegante de la población, Mijaíl y Lagenta bebían champagne en copas de cristal; celebraban el haberse conocido. Mijaíl preguntó a Lagenta porqué no se habían conocido antes y esta le explicó con todo lujo de detalles su estancia en la universidad de la capital y lo mucho que añoró su antigua vida en Ibur.
Mientras el amor de Mijaíl y Lagenta iba creciendo, las relaciones de la empresa de espumosos con la gran patronal no atravesaban su mejor momento. Esto era debido a la competencia total de los productos Gorabarte y Sira con respecto a los otros comerciantes del sector. “La guerra del cava” estaba a punto de estallar, y lo hubiera hecho si no llegar a ser por la mediación de Lagenta.
Se propuso la colaboración de todas las empresas del sector para introducir mejor y a más bajos costes, los productos de la región en el extranjero, se hicieron multitud de pactos y acuerdos cooperativos. Las empresas más fuertes ayudaban a  las más débiles y se pasó del odio a la colaboración más absoluta y fructífera que jamás se vio dentro del “imperio de la uva”. Se consiguió borrar casi definitivamente la competencia extranjera y el nivel de toda la región subió en un par de años como por arte de magia.
Mijaíl pensó ahora que su “talismán” nada había tenido que ver en el buen rumbo que seguía su vida y que su buena suerte y la de toda la comarca se debía a su compañera, Lagenta, un ser de carne y hueso, que nada tenía que ver con la frialdad de su media luna plateada que hasta el momento, fue la guía de su destino.
Decidió que a partir de entonces sólo Lagenta sería su “amuleto”, y que su mundo mágico sería un mundo real lleno de vivencias terrenales.
La “media luna” quedó depositada donde hacia 15 años la encontró, y cuando se alejaba del lugar, pensó mucho en su vida anterior y en que, sólo a lo mejor, ella fue la que le ayudó en todo lo alcanzado; sintió un sudor frio que le subía por la espalda y con casi desesperación, volvió sobre sus pasos y la intentó recuperar…


                                

 
 El talismán plateado (VII y fin)

…Mijaíl hurgaba en la alcantarilla. La escena era un “deja vu” y su acción lo estaba transportando a su lejana infancia; recordaba su desesperación cuando un día su madre lo envió a buscar pan y el dinero del mismo se perdió en las entrañas de la ciudad. Sonrió para si mismo y siguió hurgando.
Toni tropezó con su futuro cuñado, se extrañó mucho al ver al hombre que había hecho prosperar a toda la región estuviera estirado sobre el frio suelo y buscando desesperadamente algo como si de un pobre vagabundo se tratara.
-¡Mijaíl! ¿Se puede saber que estas haciendo?
-¡Hola jefe! ¿Cómo estas?
-Yo estoy bien, pero me da la impresión que tu no puedes decir lo mismo.
-No pienses cosas raras, solamente estoy intentando recuperar un objeto que me pertenece.
-Muy importante debe ser para que te “arrastres” de esa manera por el suelo, de todas maneras, si tanto valor tiene, te ayudaré a buscarlo.
-No esperaba menos de ti; ayúdame a levantar la tapa.
-¡Uff, como pesa la condenada tapa! Ya podías decirme de que se trata antes de que mi espalda se haga añicos.
-Paciencia, cuando lo saquemos te contaré una interesante historia que te va a gustar.
Por fin sacaron el objeto a la superficie, y Mijaíl lo tomó y lo limpio con sumo cuidado lo mejor que pudo. Una vez limpio lo mostró a Toni, este no sabía que decir y su cara se lleno de asombro y perplejidad, aunque no abrió la boca, dejó que Mijaíl explicara su historia.
Una vez que Mijaíl acabó el relato de la historia de aquel objeto  y de su vinculación con él, Toni no pudo ya disimular su sorpresa y le contó que el primer propietario de la pieza que tenia entre sus manos Mijaíl, no era otro que él mismo.
Se hecho a reír como un poseso, y de un plumazo desapareció la magia del momento, le dijo que de toda la historia que le había contado Mijaíl, lo único verdaderamente increíble fue que después de tantos años la media luna volviese a ser recuperada y volviese a sus manos de donde nunca debía haberse “escapado”. También le explicó el auténtico significado de dicho “amuleto”: la unión de un grupo de amigos, su símbolo de amistad, la amistad de los “caballeros de la media luna” y que todos excepto él la seguían conservando y que no a todos les había ido bien en la vida.
Mijaíl quedó un poco triste y decepcionado, pero al poco tiempo reaccionó y su habitual sonrisa volvió a su rostro.
Llegó a la conclusión de que su vida la había labrado él y su suerte, que nada extraterrenal le había ayudado y por consiguiente su mérito en la vida se multiplicaba por cien. También pensó que su “amor idolatra” por el objeto no fue negativo, pues el hombre por inteligente que fuera, siempre necesitaba de algo o alguien para poder apoyarse y seguir en la brecha sin desfallecer y ahora para Mijaíl ese algo había pasado a ser alguien; Lagenta, su nuevo símbolo y amuleto, es decir, su apoyo humano.
Toni y Mijaíl se miraron con complicidad, al poco rato, la media luna reposaba de nuevo en el fondo de la alcantarilla y dos hombres reales, de carne y hueso se aprestaron a seguir su vida pisando en el suelo y por ellos mismos, sin objetos ni creencias de que la solución a todo viene de más allá de la tierra por donde pisaban; la solución a todo está en el propio ser humano y en su capacidad , es decir, nosotros somos nuestros propios dioses, que necesitamos apoyarnos en otros para andar por la vida pero al fin y al cabo están aquí en el mundo  que todos compartimos.


                                                                         Fin

                                                                    JuanMa Gómez Bolívar