viernes, 2 de diciembre de 2011

Hoy, Mañana, ¿pasado mañana?



Cuento 2…
…Hoy, Mañana, ¿pasado mañana?
Los pasillos, iluminados con luz solar, daban un ambiente y una sensación engañosa.
Ella estaba a punto de llegar a su puesto de trabajo, eventual claro; los tiempos no estaban para dar seguridad a nadie y la competencia era atroz, la amistad estaba ligada al pasado y se consideraba casi un rito, una religión minoritaria y sectaria.
No era un robot, pero Ella y el resto de los humanos carecían de un nombre propio; todos “gozaban” de un pseudónimo numérico, un código asignado por una Gran Computadora que hacía las veces de gran “madre” que organizaba la vida en la Tierra.
La “paz” reinaba en todo el planeta “gracias” a la gran “madre”; si los humanos intentaban cualquier cosa que no estuviera programada, que se saltase la “ley” global, la Gran Computadora  podría autodestruirse, y esto era demasiado terrible, demasiado horrible para la raza humana, peor que las antiguas guerras nucleares, porque la “comodidad” de no pensar en la planificación, desarrollo y “modus vivendi” del futuro, primaba sobre las ansias de volver a las antiguas palabras sagradas: libertad y libre albedrío.
Una vez en su puesto de trabajo, Ella, la humana 123013, empezó su jornada laboral, era el suyo un trabajo mecánico, sencillo, pero de cierta responsabilidad. Consistía en suministrar cantidades ingentes de papel en la bandeja de la Gran Computadora y de descifrar el contenido de los mismos una vez la Gran “madre” hubiera “estampado” en ellos órdenes, mensajes, cifras, recomendaciones, etc.
Ella era fiel a su “jefa”, nunca había pasado por su mente sabotear alguna de las órdenes o mandatos que “paría” constantemente la Gran Computadora, pero ese día algo conmovió todo su ser…
Ella descifró la siguiente orden: “eliminar al humano 329022 y a todos los componentes de la secta adoradora de la antigua palabra sagrada”. La fiel servidora de la “gran madre” se estremeció, tenía un sentimiento muy fuerte por el humano 329022, no sabía cómo llamarle a ese sentimiento, pero lo cierto es que no supo que hacer, por primera vez en su vida no supo que hacer.
Por un momento, sintió un antiguo sentimiento, dejó de ser apática como el resto de los humanos y experimentó el odio. Se encontraba muy mal, tanta sensación extraña en un solo día la dejó sin fuerzas.
Al terminar la jornada dio todo el parte de novedades a su relevo, salvo una tira de papel con algo más de 500 cifras encabezada por el 329022.
Al salir del complejo matriz, buscó incansablemente a su “querido número”; lo encontró por fin en la videoteca, visionando una serie de documentales que hablaban de fraternidad, amor y sobre todo de la palabra “sagrada”: Libertad, la autodeterminación del ser humano.
Ella explicó al “líder” de la “secta” las ordenes que “vomitó” la Gran Computadora esa misma mañana. 3209022 tembló de horror pensando en todos esos seres humanos que le apoyaban y seguían incondicionalmente.
Se miraron a los ojos y algo líquido fluyó de ellos ¿sería eso lo que los antepasados llamaban lágrimas?
No sabían que hacer, ¿comunicarlo al resto o actuar por su cuenta? Sólo disponían de una noche, pues a la mañana siguiente, la computadora pediría pruebas de la aniquilación de la “secta” a los “idolatras”, ejecutores inflexibles de las órdenes indiscutibles de la “Gran Madre”, pero estos no podrían dar ningún tipo de explicación puesto que el trozo de papel con la lista y la orden de ejecución no les habían llegado. 
No osaron programar de nuevo la computadora, era imposible, puesto que el sistema de autoprotección era total.
De repente, el humano 329022, tuvo una idea suicida, ¡pensó por sí mismo!, y decidió que sí había un medio de deshacerse de la máquina.
Ella se asustó y de inmediato pensó en lo de siempre, ¡No podrían vivir sin la gran organizadora! Y además, ¿cómo controlar a los “idolatras”?
329022 le dijo a Ella que debían intentar vivir sin depender de un “monstruo electrónico”, que antes los humanos eran dueños del mundo, y lo que era más importante, ¡dueños de sí mismos!
Ella asintió, pero aún quedarían los “idolatras”.
329022 miró a 123013 y la tranquilizó, le dijo que los “idolatras” sin la “Gran Computadora” eran como niños sin madre, es decir, unos huérfanos que necesitarían de todos los humanos libres para sobrevivir.
De madrugada, 329022 y 123013 se acercaron al complejo donde estaba la odiosa máquina y pusieron en marcha la operación de emancipación de la raza humana: ¡desconectaron el enchufe de la pared, y la vida de la “gran Madre” se extinguió y los humanos empezaron a vivir!
                                                                                         JuanMa Gómez Bolívar


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